Crítica Nonato: música de rabel
 

LOS LIBROS DE LA SEMANA           Ramón Corella


“Nonato, música de rabel” de Carlos Sánchez


    Quizá ninguna definición mejor para definir “Nonato, música de rabel”, que la que Luís Suñen aplica a la última novela de Guelbenzu: “Toda la novela es, en esencia, el planteamiento de la propia conducta ante el pasado y desde el presente. El enfrentamiento entre la memoria y su consecuencia. Es un ejercicio radical de autoconocimiento a través del recuerdo, del análisis febril de lo vivido… Un intento que no es una recuperación –imposible– del pasado, ni siquiera una justificación de sus acciones o de la condición a que su conducta la aboca. Se trata de una necesidad de perseguir el propio yo y exponerlo al otro, a la crítica del otro…”

    “NONATO”, novela ganadora del XXV Premio Ateneo de Valladolid, fallado hace dos semanas, y ya en las librerías gracias a EDIVAL EDICIONES, es una búsqueda insaciable del tiempo perdido. El tiempo como protagonista, la nostalgia como clave, la perspectiva musical –“música de rabel”– como clima y como referencia.

    ¿Puede un año de infancia, uno cualquiera, cobrar de pronto toda la fuerza impresionista y palpable de la realidad más inmediata? En la novela de Sánchez Pinto, la perspectiva del yo, la consciencia nostálgica de una primavera, un verano, un otoño y un invierno viejos como los recuerdos, logra, en efecto, cobrar vida y sentido con mayor realismo que cualquier anécdota del presente. Porque el tiempo, decantador y realzador de matices y perfiles, consigue que el yo realce su propio significado, su propia dimensión sentimental y humana, y presente, ante el propio autor y ante el lector, la verdadera imagen del protagonista.

    La profunda introspección de “Nonato” Sánchez Pinto, su ensimismamiento meticuloso, jamás cobraría la fuerza que en la novela tiene, si se realizase con la mínima perspectiva de la cotidianidad, de la anécdota o la vivencia impuesta por la actualidad, por el acontecer de ahora mismo.

    Por eso, en Sánchez Pinto –¿acaso en toda la novelística intrahumana desde Proust?–, el prisma de la nostalgia, la búsqueda del tiempo ido, el juego de la memoria, no es sólo una técnica, sino una filosofía y una estilística. Estilística que lleva consigo un lenguaje peculiar y personalísimo –el “lenguaje-vivencia”, que diría Ortega–, que también en Sánchez Pinto, y en su obra “Nonato”, adquiere caracteres de verdadera orfebrería. El novelista pule las palabras, las exalta o las intimiza, tratando siempre de plasmar la hora justa –¡siempre el tiempo!– de la trama argumental o de la vivencia del protagonista.

    “Nonato, música de rabel”, importante novela premiada en la XXV edición del Premio Ateneo de Valladolid. Éxito para el premio y éxito para el joven autor, Carlos Sánchez Pinto, que adquiere, al mismo tiempo, un alto compromiso literario dentro de la nueva novelística española.


(HOJA DEL LUNES  –  LITERATURA)


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        Esa misma tensión estilística que confiere a la prosa de un relato elegíaco y autobiográfico matices de impronta lírica se percibe en otra novela galardonada con el XXV Premio Ateneo de Valladolid, Nonato: música de rabel (Edival Ediciones, Valladolid), de Carlos Sánchez Pinto. Escrita en tercera persona, la obra resume en breves capítulos de concepción poemática retratos, cuadros y situaciones a los que sirve de nexo la figura de Nonato “el Rojete”, un Daniel el Mochuelo redivivo que abandona el pueblo a los nueve años camino de un internado con el amargo bagaje de la violencia bélica reciente y el recuerdo de los “crímenes antiguos” que el abuelo le cantaba al son del rabel (pág. 53).


LA NOVELA Darío Villanueva en El año literario español 1978 (Castalia)


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CARLOS SÁNCHEZ PINTO: Nonato: música de rabel. Edival Ediciones. Valladolid. 1978


        “Nonato”, de Carlos Sánchez Pinto, abulense residente en Valencia, novela ganadora del XXV Premio “Ateneo de Valladolid de Novela Corta”, se subtitula, con expresión sibilina y no obstante reveladora, “música de rabel”. La definición es acertada, pero no tanto por la musicalidad como por la estructura en que la obra se articula. Es muy posible que el autor se refiera, con su escueta definición, más que a la melodía del lenguaje, al ritmo del tiempo en que se mece la fabulación. Porque el máximo protagonista de la novela es precisamente el tiempo, tan minuciosamente reflejado que confiere a la obra la calidad de una piedra preciosa, en que no acierta a distinguir los hechos reales de la ensoñación que les prestó una realidad infinitamente más valiosa.

Alejado por igual del llamado realismo mágico y del ya periclitado realismo socialista, Carlos Sánchez Pinto ha tenido la audacia de bucear en la consciencia nostálgica de Nonato, el protagonista, para revivir, con ternura y crueldad, el mundo épico y contingente de su intimidad, únicamente accesible a la imaginación. Digamos en seguida que no desdeña la realidad inmediata, para agregar a continuación que ésta le vale únicamente como apoyatura mínima y pauta delicadísima sobre la que actúa la marcada sensibilidad del niño.

La realidad prosaica está ahí, pero tan embellecida por la imaginación infantil que el mundo trasmitido en el relato centellea con relieves de inocencia. Un mundo que es inespacial, por más que las vivencias del niño nos remitan constantemente a un pueblo de Castilla, y que se define únicamente por la temporalidad.

Ese extraño desequilibrio entre espacio y tiempo confiere a la novela un singular encantamiento y por eso he dicho que el tiempo es el máximo protagonista. Con la insólita propiedad de que no es un tiempo destructor, sino tan solo un ciclo inacabable, habiendo logrado el autor crear la extraña y casi incómoda sensación de no saber si los personajes se mueven en el tiempo o si el tiempo es la coloración indispensable que ellos utilizan para hacerse visibles en el tranquilo discurrir de sus experiencias.

Esta atmósfera de tranquila quietud hace de la novela de Sánchez Pinto un libro de rara calidad, pues no se ha conformado con estructurar el tiempo en el ciclo meteorológico de la estaciones, perfectamente detectable en Castilla, sino que lo ha fragmentado en días y noches, a las que de nuevo fracciona en meticulosa y recurrente división, haciendo del transcurrir del tiempo la esencia del niño protagonista. Ha logrado darnos la visión objetiva de los hechos a través de la más resuelta subjetividad. Se diría que su empeño ha sido labrar una joya de innumerables facetas. Es como si dijera, con ese sosiego proverbial de un castellano antiguo: yo puedo detener el tiempo al descomponerlo en reflejos innumerables.

Habría que hablar del lenguaje, claro. Me atrevería a decir que ha tenido la paciencia de cincelarlo. Es evidente que Valle Inclán y Quevedo son sus autores preferidos. No se puede saber si su barroco juego con los vocablos, a las veces machacón, hiriente y sofocante, entreverado de ramalazos de entrañable ternura, intencionadamente incontenido de adjetivación obsesiva que se desborda sin piedad por la canalera de la nostalgia, es signo de una personalidad literaria ya definida o de una imperdonable ingenuidad, lo que viene a ser lo mismo. Tampoco sabemos si habrá frecuentado a D’Ors, que no deja de ser un Quevedo a redropelo, pero bien pudiera decir como él: “me envanezco de escribir de una manera alegre, no por razón de los asuntos tratados, ni de los conceptos emitidos, sino por las palabras mismas y su intimidad y su entraña”.

“Nonato, música de rabel”, de áspera ternura, está ahí; una obra de insólita textura, ni pornográfica ni política; sencillamente una obra de arte. Y por lo mismo, de azaroso y arriesgado destino. También un peligroso compromiso para el autor.


JOSÉ MARÍA DE CAMPOS SETIÉN. NUEVA ESTAFETA LITERARIA, Nº 1


Crítica aparecida simultáneamente en:

EL LIBRO ESPAÑOL

DIARIO LEVANTE

DIARIO REGIONAL DE VALLADOLID

Reproducida en el libro ESPADAS VERDES de J.M. de Campos Setién


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EL NIÑO EN LA NOVELA


        Con “Nonato: música de rabel” (1) Carlos Sánchez Pinto ha obtenido el premio Ateneo de Valladolid, correspondiente a 1978.

        Es la vigésimoquinta vez que se concede el premio, fundado en 1961, y que se declaró desierto en dos convocatorias. Sánchez Pinto ha escrito una novela a la vez recia y tierna, muy dentro de la temática de la tierra leonesa, tierra y hombres, pobreza de la vida rural. Un afán de llegar a la realidad, un sentido social de sus manifestaciones, dan como resultado una visión un tanto desolada, triste, del mundo en que se desarrolla la novela, en sus circunstancias, en sus posibilidades como ámbito del hombre. Y no obstante una fuerza elemental de defensa da vigor a estos tipos; y una capacidad de buscar y encontrar la alegría pequeña del momento, de cada momento, parece haber sido también la misión del novelista al seguir a su personaje, el niño Nonato, que parece haber nacido con marcado signo de desgracia y que va a añorar, sin embargo, con una inocencia enternecida, su ambiente y su gente, ese entrañable tipo del abuelo, en el momento en que lo dejamos en el tren acompañado del padre paúl que lo conduce, con otros niños, al internado

        La novela, breve, es una recreación desolada y entrañable, vivificada por la figura del niño que la recorre, narrada en un lenguaje directo, coloquial, expresivo del medio y su gente y que en su intencionada rudeza posee también el encanto de su dosificado lirismo.


C. CATROVIEJO

QP