Los jubilosos juegos jubilados
 
CONTRAPORTADA :

    Carlos Sánchez Pinto, no se dedica habitualmente al tipo de trabajo a que corresponde este libro: LOS JUBILOSOS JUEGOS JUBILADOS. Su actividad literaria, que comenzó en el género de poesía (Premio Primavera. QP, Granada 1976) se centra actualmente en la novela.
	
	Después de algunos años cultivando la modalidad de cuento y narración corta, durante los cuales cosechó los más importantes galardones de cuantos con carácter nacional e internacional se convocan en España (Ciudad de San Sebastián, Ignacio Aldecoa, La Felguera, García Pavón, Villa de Avilés, Miguel de Unamuno, Lena, Gabriel Miró, Antonio Machado, Hucha de Plata, Sara Navarro, etc., etc.) centró su quehacer literario en la novela, género en el cual ha publicado cuatro libros que fueron otros tantos premios (“Nonato, música de rabel”, Premio Ateneo Ciudad de Valladolid, “Un sombrero lleno de sol”, Premio Armengot, “Tiempo de ausencia”, Premio Ateneo Marítimo de Valencia, “El mundo por un agujero”, Premio Ciudad de Salamanca). Hace apenas unos días, con el presente libro en proceso de edición, ha obtenido el Premio Ciudad de Badajoz, por su novela “Maderas de Oriente, de próxima aparición.

	LOS JUBILOSOS JUEGOS JUBILADOS surgió paso a paso, consecuencia de un lento y minucioso trabajo de campo en conversaciones con familiares, vecinos y amigos del entorno de la Moraña, donde nació y vivió su infancia. No hay, pues, en la recopilación de los mismos, apoyatura bibliográfica alguna. Carlos Sánchez Pinto jugo él mismo o vio jugar a otros los juegos que aquí describe. Por eso, además de la técnica del juego, se la ha escapado a veces el recuerdo de sensaciones vividas al practicarlos.

	ADRIMO ha querido que el resultado final fuera este libro. Gracias a esta Asociación, aunque tristemente “jubilados”, no acabarán definitivamente en el olvido aquellos juegos y canciones de los días de ayer.

adrimo   PRODERCAL   FEOGA-O   Junta de Castilla y León
MINISTERIO DE AGRICULTURA PESCA Y ALIMENTACIÓN

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PRESENTACIÓN:

        Queridos amigos:

	Dicen que la riqueza de una comarca no sólo reside en lo que es capaz de transformar y modernizar, sino también en lo que es capaz de conservar.

	La Comarca de la Moraña, nuestra comarca, tiene un rico patrimonio histórico y cultural que entre todos debemos conservar y recuperar. Una de las más admirables fuentes de riqueza es la presencia de innumerables tradiciones escritas y orales en la que la Moraña es pródiga. Algunas de ellas, como son los juegos populares, han estado con nosotros desde nuestra infancia: la calva, las chapas, la taba…

	Pero para conservarlos tenemos que conocerlos.

	Y éste es nuestro propósito, por qué no: recordar aspectos de nuestra cultura popular y recuperar muchas de las manifestaciones perdidas.

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A MODO DE PRÓLOGO
(Palabras para un amigo)


    Este libro es un ejercicio de melancolía. O, si pensamos en otro libro de Carlos Sánchez Pinto,  Nonato, es el milagro que el muchacho pedía a su abuelo.

        –Haga un milagro, abuelo.

        –Pero ¿qué milagro ni qué milagro?

    Y éste sería uno de esos milagros que salvan la infancia y adolescencia de Carlos y la mía y la de aquellos muchachos que jugaban al atardecer al marro, al dao cortao, al tango y a los bolos.

    Cuando el autor recopilaba estos datos, como un trabajo de campo, ya la televisión hacía estragos en la sensibilidad de los muchachos. Es ahora el ordenador y las múltiples posibilidades  que ofrece Internet los que alejan a los niños de hoy de los que fueron niños cuando estos juegos se practicaban.

    Ha sido un corte terrible en le trasmisión de una cultura oral que mantenía vivo el sustrato de nuestra tierra. Perdido e irrecuperable. Por eso califico de milagro la aparición de este libro que redime del olvido y mira hacia atrás con una pizca de melancolía.

    Agradezco al autor que se haya acordado de mí para prologar su trabajo. Conocía yo estos juegos y he participado en ellos siendo niño. Hay variantes en las letras que acompañaban a los gestos y actitudes que exigía su práctica, y ello a pesar de que las distancias no eran muy grandes entre pueblo y pueblo. Se da aquí la proximidad a Salamanca con influencia de leonesismos, o, por el contrario, la cercanía de Segovia y Valladolid en tierra de Arévalo. Un estudio léxico que creo está por hacer, aunque pueda parecer inútil ante el poder igualatorio de los medios de comunicación. Aún se está a tiempo, pues un oído atento distingue pronto al muchacho de ciudad del que llega del pueblo con un bagaje léxico casi incontaminado.

    Por todo ello, pienso que este libro de Carlos Sánchez Pinto cumple con creces el recrear un tiempo cuyo vacío es difícil de llenar.

    Enhorabuena, Carlos.


JACINTO HERRERO ESTEBAN


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FRAGMENTO:

LA CHIRUMBA

    La “chirumba” era un juego de principios de otoño, y era un palo de unos 10 centímetros de longitud, terminado en punta roma por ambos extremos. Uno de los dos jugadores utilizaba una palmeta de madera, en forma de pera alargada, de 45 centímetros de longitud y 15 de anchura en la parte más amplia.
    En un “pate” de tierra batida, en un camino ancho, el juego de pelota o una era perdida, se señalaba en el suelo un círculo de unos 3 metros de diámetro, y para determinar el orden de juego los dos contendientes procedían a “echar a pies”, de manera que el que “montaba” elegía la palmeta y se colocaba dentro del círculo. Desde allí lanzaba la “chirumba” al aire y la golpeaba con la palmeta, impulsándola lo más lejos posible. Si el otro jugador conseguía coger la “chirumba” al vuelo se hacía automáticamente dueño del corro y de la palmeta. En otro caso corría a recogerla donde hubiera caído, y desde allí la lanzaba tratando de sorprender al contrincante introduciéndola dentro del círculo, en cuyo caso ganaba la palmeta.
    En cualquier caso, el poseedor de la palmeta debía evitar que la “chirumba” cayera dentro del círculo, golpeándola con ésta. Desde el lugar en que cayera la “chirumba”, bien repelida por la palmeta o porque no hubiera llegado a entrar en el círculo, el de la palmeta disponía a continuación de tres intentos para impulsarla lejos, pero sirviéndose únicamente de la palmeta, o sea, sin tocarla con la mano. Si consideraba que había caído a suficiente distancia podía decidir guardar el corro sin intentar impulsarla más lejos, o hacerlo una sola vez, o dos de las tres permitidas. Su oponente debía estar atento y tratar de coger la “chirumba” en el aire y así hacerse dueño de la palmeta guardando el corro.
    Comenzado el juego, cuando ya el dueño de la palmeta no debía tocar la “chirumba” con la mano, había diversas formas de alejarla del círculo: una de ellas consistía en golpear una de las puntas con el canto de la palmeta, y, una vez alzada en molinetes, golpearla en el aire para impulsarla en la dirección elegida. Otra forma consistía en hacerla rodar rozándola con la palmeta en un rápido movimiento de vaivén para levantarla del suelo y golpearla con fuerza una vez en el aire.
    Cuando el que estaba fuera del círculo conseguía introducirla dentro de él o recogerla en el aire al ser impulsada por el otro, ganaba la palmeta y comenzaba el juego, siendo entonces el contrario el que corría la “chirumba”.